Qué ha sido de tu vida en todo este tiempo. No sabía lo que
sentiría al verte, te he guardado a buen recaudo y tu recuerdo siempre ha
sido dulce y amargo a la vez, grato e ingrato, tierno y cruel. Sí, en todo este tiempo la ambigüedad que me
otorgaba el pensarte vapuleó constantemente contra mí. Ya sé que no entiendes
estas contradicciones; pero para mí son paradójicamente compatibles, es lo que
hace la experiencia especial. Amar a veces es tiernamente doloroso. Al principio me regodeaba en el dolor del
saberte distante. Necesitaba pensarte. Te dije que tus abrazos eran mi droga,
pues, a falta de droga los reemplazos fueron tus fotos, las pocas fotos que
tenía, y con cada foto había un recuerdo, y cada recuerdo traía consigo una
pregunta, un por qué y cada por qué necesitaba su razón. Y así pasé muchos
momentos buscando razones, descubriendo las mil maneras que tenías de pensar
para responderme a mí misma. Y hoy te veo y siento que aún te quiero. No he
dejado de quererte. Tú, tan especial con tu forma de amar. Te veo bien y aún
veo esa chispa en tu mirada. Me abrazas con ese abrazo tan tuyo y recuerdo
nuevamente todo. Sin embargo algo ha cambiado, aprendí a estar sola, aprendí a
no depender de mis emociones, ni de mis sensaciones. Tú, tan tuyo y tan mío en
su momento, me enseñaste autonomía y por eso te quiero. La distancia me ha
enseñado que no se puede olvidar a aquellos que te aportan algo tan importante.
Te quiero, sí; pero ya no cómo antes. Nunca como antes. Deseo verte bien, de
corazón anhelo verte feliz. Te quiero y me siento bien, me siento libre, ¡me
siento bien!.
¿Cuántas veces nos hemos enamorado de nuestras emociones?
Todo un mundo, toda una tragedia cuando se acaba, ¿verdad?.
Con el tiempo, digo yo, la vida y Dios a través de ella te
enseñan a ver las cosas de diferente manera. Aprendes, creces, lo que fue una
tragedia se convierte en una pequeña escuela, y a base de tragedias tu espíritu
se renueva, se pule, se forja. ¡Qué bonita es la mente y qué compleja!
No hay comentarios:
Publicar un comentario