miércoles, 14 de septiembre de 2016

Un ejemplo. Si cometes un error y te humillan, busca ayuda para superarlo.

¿Alguna vez has cometido un error?
Mientras navegaba por youtube, me detuve en el titular: Monica Lewinsky: el precio de la vergüenza.
Me pareció interesante y lo miré. Y me hizo pensar mucho en como somos de crueles a veces los humanos. Recuerdo que cuando tenía 20 años aproximadamente besé a un chico que no era mi novio. Fue el momento, simplemente fue eso, y sólo fue un beso en los labios; pero las personas que se enteraron fueron crueles conmigo, me acusaron de muchas cosas, e incluso cuando mi novio no me reclamó nada, ni me pidió explicaciones, la gente se ensañó con sus comentarios. Fue un error, lo sé; pero pagué con creces la humillación por parte de algunas personas que no supieron ponerse en situación y que me juzgaron, qué se yo, quizá para sentirse mejores que yo.
En cualquier caso, mirar este vídeo me ayudó a mirar hacia atrás y a pensar en que si yo con esa nimia historia me sentí como me sentí, cuántas personas no sufrirán mil veces más los juicios que se emiten sin saber más que lo que se oye. Pensemos un poco y no juzguemos a nadie, porque muchas personas se han quitado la vida por no poder soportar más la humillación.
Piénsalo.

lunes, 12 de septiembre de 2016

¿Quieres cambiar? mira este video y sorpréndete.


La mente es compleja. 
Hace mucho tiempo me pregunté si era posible ser diferente. Había escuchado vez tras vez que "uno es como es" y no hay manera de ser diferente. Pero me negaba a creer eso. Me he esforzado por ser diferente mucho tiempo y créeme, algo en mí ahora es diferente respecto a hace unos años.
Yo no aprendí a abrazar. Cuando era pequeña no recuerdo que me abrazaran. No sólo con eso, sufrí violencia emocional y sexual por hombres desconocidos. A mis veinte años me repelía que alguien se acercara demasiado a mí, era normal tras mi aprendizaje: No se abraza, si alguien se te acerca demasiado es para violentarte. Sin embargo esa distancia que ponía entre las personas me hacían ser distante para los demás. Seguí cumpliendo años y seguí siendo igual. Hasta que un día escuché hablar de la inteligencia emocional y de cómo muchas de nuestras reacciones están relacionadas con interpretaciones en base a nuestras vivencias. A partir de entonces decidí intentarlo. Ahora soy una persona que abraza más y no se siente mal, soy una persona más cercana que no teme a los hombres. He aprendido a ser diferente; pero mi esencia sigue siendo la misma.
Mira este vídeo. Es muy curioso, va de moscas y de cómo esos seres que nos repelen tanto son capaces de aprender conductas diferentes en base a la experiencia. Si ellos pueden, seguro que tú también. A por ello!



miércoles, 7 de septiembre de 2016

Unos le llaman depresión y a veces sólo es tristeza.

Hace mucho tiempo conocí a alguien. Era una chica vivaz, muy alegre, siempre hacía bromas y se veía que tenía mucha fortaleza interior. Esa chica a la que llamaré Ana, un día dejó de sonreír por un problema que había tenido. Bueno, seguía sonriendo para los demás; pero dejo de sonreír para ella misma. Como antes había tenido depresión se asustó y fue a ver al psicólogo, porque no quería estar así. Se sentía tan mal que esperaba que el psicólogo le dijera que debería empezar a tomar medicación de nuevo. Sin embargo, no fue eso lo que pasó. El psicólogo, después de escuchar su historia y sus razones de desesperación, le dijo: "Ana, tú no tienes depresión, tú estás triste", es normal que lo estés, lo que te ha sucedido es doloroso. Así que deja de pensar que necesitas medicación, no niegues tu tristeza, forma parte de la vida, acepta que eres humana y tienes derecho a sentir. Ana flipó, pensó que el psicólogo la estaba echando de la consulta.
Cuando Ana salió de allí, salió pensativa, y mientras caminaba se preguntaba ¿sólo estoy triste? ¿esto es la tristeza? ¿es normal? Nunca se había planteado que la tristeza fuera algo normal, ¿cómo iba a ser normal?, estar triste es feo, malo...es triste...pero, era verdad que lo que le había pasado era algo para estar triste, y era verdad que era humana y tenía derecho a sentir. La verdad es que me sorprendió cuando me dijo: ¿Sabes? es verdad, sólo estoy triste, es horrible estar así; pero no sé de qué otra manera me corresponde estar tras lo sucedido. Creo que tengo que agradecerle a la psicóloga el que no me haya puesto un etiqueta en la frente de "depresiva" y que me haya llamado "humana".

A veces pasa que estamos tristes, por cualquier razón o situación. Forma parte de la vida, como entendío Ana. Normalmente cuando esto pasa buscamos equilibrarnos, estar bien, porque no es bonito estar tristes, buscamos algo que excite nuestros sentidos, o buscamos lo que nos sosiegue si llegamos a desesperar, simplemente buscamos eso que nos hace falta para vivir, para sonreír.
Hay días en que sin saberlo nuestra alma se siente fea, y no es culpa de nadie, no es cuestión de autoestima, es sólo que tanto trabajo, tanto estrés,  tanto de todo nos contamina. El diario vivir se lleva de a poquitos nuestras fuerzas, nuestras partes renovadas se agotan y cada cierto tiempo nuestra alma cansada, con una sonrisa tímida nos pide, un poco de "aire", un poco de "alegría de verdad".

Cuando eso te pase:
-Busca cosas bonitas, recuerda que tus emociones están para cuidarlas.
-Sal a caminar a algún sitio donde haya un poquito de naturaleza.
-También puedes hacer ejercicio, el que te guste, el ejercicio genera endorfinas y regula nuestros estados de tristeza, a ver, no cambia la situación; sin embargo empezamos a ver las cosas un poquito mejor.
-Descansa, la mente necesita relax también. No te ha pasado que cuando duermes poco estás más irascible a veces, pues lo mismo pasa con la tristeza, descansa y después de un buen descanso, las cosas se ven diferentes, se puede pensar mejor.
-Busca a una amiga/o, exprésate!. Las buenas compañías son mágicas cuando estamos tristes, siempre nos arrancarán una sonrisa, o al menos nos darán un abrazo y los abrazos también son terapéuticos.

Cuida tus emociones, son importantes, la salud emocional nos ayuda a encontrarnos mejor físicamente también.

Ánimo!

lunes, 5 de septiembre de 2016

Historia de una relación fallida

He tenido un día horrible en mi mente, no ha sido el día exactamente, sino yo, únicamente yo y mis emociones.
Hagamos algo productivo, yo te cuento como me siento y tú decides si es algo parecido a lo que te pasa o te ha pasado a tí. He descubierto que dejar que fluyan las emociones es algo positivo.

He sentido.
1.-RABIA.-Ganas de que desparezca de mi vida. Una relación requiere de dedicación y un poquito de renuncia y  yo te he dedicado mi tiempo, mis pensamientos, mis sueños, mi corazón, he renunciado a cositas a las que podía renunciar por ti y he esperado dos años, creyendo que todos los detalles que tenías conmigo, incluso ese “te quiero” que me llevas diciendo un par de meses iban a algún sitio. Y es que no sólo es rabia con él, también es rabia para conmigo, imbécil yo, ilusa y estúpida…aggghhh. Sí, así me he sentido a ratos hoy. Y digo a ratos porque no quería que me dominara la emoción, porque me conozco y sé que la lío pollito si dejo que me controle la ira. Además dicen que detrás de la ira siempre hay dolor, así que era  cuestión de tiempo que se me pasara la rabia para empezar a sentir lo otro. (En realidad es la segunda fase del duelo).

Una de nuestras aficiones, más suya que mia; pero común.
2.-TRISTEZA.-Mucha tristeza después de la rabia. Jo, han sido dos años de mi vida esperando claridad, y cuando finalmente es claro me dice que “se ha dado cuenta de que no puede renunciar a su libertad, a sus aficiones, a sus amigotes, a su familia”. Nunca le he pedido que renuncie a ninguna de esas cosas; pero “se ha dado cuenta de que si un fin de semana se queda en casa (que tampoco es quedarse sin hacer nada), pierde el tiempo, que como trabaja de lunes a viernes, los fines de semana “tiene que salir, hacer algo”. Ahí, cuando ha dicho eso, me ha dolido. Porque; aunque a mí me gustan dos de sus aficiones, una más que otra, soy capaz de quedarme en casa un fin de semana y tan pichi, es que en casa nunca se pierde el tiempo, todo es cuestión de buscar cosas que hacer. Esto me lo dijo hace un par de semanas en una salida al campo, mientras caminábamos tranquilos y hablando. Yo me había propuesto llevarme un buen recuerdo del día y del lugar, que era muy bonito, y lo hice, al menos no lo chafé, oye, que tiene mérito! (Aunque ahora que lo pienso estaría en fase de SHOCK o estupor-primera fase de duelo).  Así pues, hoy la tristeza me ha embargado, quizá porque tardo más en procesar estas cosas. Tristeza porque sí... Tú entiendes, jobar, duele! Y  aquí digo que es verdad eso de que las emociones son exageradas a veces, que por un instante pensé en que no tenía sentido vivir. Sí, lo suelto así, porque estoy hablando de emociones. Me imaginé desapareciendo pa siempre de este mundo, y sí, soy una exagerada; pero soy sincera, lo he sentido y para qué ocultarlo. (Esta fase es la tercera del duelo, es la fase de desesperanza, menuda mierda esto de las fases del duelo). He llorado tanto que he tenido que ponerme freno. Y aquí es donde me paro y te digo: ES POSIBLE.

A ver, duele, y duele mucho, es una pérdida importante para mí, supongo que lo entiendes si alguna vez has vivido algo similar, y él es increíble y tiene mucho que dar, una persona con muchas cualidades, inteligente, con quien puedo ser yo misma, y mucho  más. Y el problema es simple: NO QUIERE COMPROMISO. Por alguna razón suya, siente o cree que:
1)No es capaz de hacerme feliz; incluso queriéndome. Y eso que le he dicho que mi felicidad no depende de él.
2)Que en la vida la única forma de ser feliz es haciendo cosas los fines de semana. Esas ya son cosas personales, se lo tendrá que hacer ver digo yo.
3)Que hay cosas más importantes que una relación de pareja. Y, a-migo, allí yo no puedo hacer nada. Pero haberse dado cuenta antes.
En resumen QUE NO QUIERE/NO PUEDE. Y pues sí, me da pena que no haya querido/podido compartir todas esas cosas que me encantan de él más a largo plazo.

3.-POQUITA COSA y culpable.- A ratos me siento así. No es objetivo, claro que no. Me he tenido que repetir varias veces y alguna de ellas en voz alta:

-Eres luchadora, ha habido otros momentos tristes en tu vida y sabes de sobra que; aunque duele, todo pasa y tú eres fuerte.
-No es culpa de nadie, al  menos tú has dejado fluir lo que sientes. 
-No pasa nada por llorar, por sentir que estás rota, es parte del proceso de vivir, llorar no te resta fortaleza, llorar sólo te hace humana, algo que se te olvida cuando te culpas del resultado.
-Mañana verás las cosas de modo diferente. Te despertarás con los ojos hinchados y puede que aún triste; pero será mejor porque habrás descansado, recuerda que la falta de descanso también acrecienta las sensaciones negativas.
-Venga ya, deja de pensar en cómo se siente él, aquí, Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. Es necesario que pienses en ti misma, él tendrá que vivir lo que le corresponde.
-Tienes planes en mente que ya están bosquejados, eso es bueno, ánimo!
-Mira, que sirva de algo, cuéntale a las personas cómo lo llevas, hablar o escribir es terapéutico.

4) NO SIENTO.- No sentir me asusta, sobretodo porque me quedo en blanco sin sentir na de na por nada, es una sensación fea. Me pasa a veces, y a ratitos muy pequeños, menos mal.
Ahora pienso.
Supongo que la siguiente fase, la de reorganización, que tiene también sus etapas, está a la puerta, tendrá que llegar. Porque es así. Esto es vivir. No todo puede ser perfecto, él siempre me decía, o bueno, no me decía; pero lo tenía escrito:
A VECES SE GANA Y A VECES SE APRENDE.
Y de pronto estoy recordando las cosas que hice con él, los viajes, los momentos bonitos, los encuentros, las conversaciones, su alegría, su mirada y me dan ganas de gritar que ¡es injusto!, y sí, lo es; pero merezco un hombre que QUIERA estar conmigo con todo lo que eso conlleva. Y tú también.


Buenas noches. Sé que pasará, y dentro de un tiempo recordaré las cosas de manera diferente. 

Historia de una mujer pequeña y mayor. (A la memoria de mi abuelita. DEP)


Joven, Vejez, Blanco, Negro

Todos envejecemos. Empezamos a envejecer el día que nacemos.


Cuando Maxi era niña no pensaba en qué pasaría cuando se hiciese mayor. 
Maxi vivió lo que le tocó vivir, porque así era la vida entonces, no te planteabas por qués, cómo, para qués, no te proyectabas; sólo vivías lo que te tocaba con resignación. 
No fue a la escuela, salvo un par de meses, según me contaba, apenas pudo aprender a contar y memorizó algunas letras en esas pocas clases. 

La vida vapuleó contra ella, sufrió mucho en el camino; pero ella no sabía que sufría, simplemente era lo que le había tocado y vivía. 
A sus seis años perdió a su madre, y tuvo que hacerse cargo de su hermano más pequeño al que aprendió, según la costumbre, a llevar en su espalda, además de trabajar en la casa como bien podía.
Recordaba a su hermana mayor, recordaba a su padre,  recordaba a su madrastra, la que como en los cuentos le hacía trabajar con las cosas de la casa y recordaba que tras fallecer su madre tuvo que dejar la escuela. . 
Recordaba historias que le contaron de pequeña, recordaba que  corría por el campo llamando a voces a su madre, después que murió. Me contaba que de pequeña la llamaban Ignacia, que ese era su nombre real; pero que no le gustaba, y que por eso ella se cambió el nombre cuando pudo hacerlo. 
Recordaba y lo que recordaba me lo contaba cuando me daba de comer. Su historia era parte de mi historia.

Hay un espacio vacío en la historia de su vida. Espacio que intentaba llenar cada que contaba historias de cuando era niña. Pero nunca lo llenaba. 

Yo la quería. A mi manera, como aprendí; pero la quería. 

Nunca me abrazó, nunca me dijo cosas bonitas;  pero me cuidaba a su manera también, y nos queríamos así, sin preguntas. En medio de sus historias, mi imaginación y sus recuerdos. 
Estaba conmigo todo el día, me reñía si hacía algo mal, y me predecía cosas malas si no sabía hacer tal o cual cosa, me enseñaba a temer aquello a lo que ella temía porque creía que así me protegía. Así era ella y así aprendí yo. 

Un día se hizo mayor. Se le notaba en la piel. Yo no sé cuándo fue, sólo sé que un día miré su rostro y descubrí pliegues que empezaron a contar los años que yo la conocía, que narraban noches de insomnio, días de cansancio. Se hizo mayor; aunque no era tan mayor. Y después de tanto luchar en la vida el miedo se hizo evidente. Empezó a acumular cosas, yo no sé si lo hacía para recordar y por miedo a olvidar, o por miedo a carecer de bienes y quedarse sin nada, tal vez, simplemente porque como decía ella, le encontraba utilidad a todo. Todas las cosas tenían un significado para ella. Temía quedarse sin nada, temía no poder ayudar, quizás. Su habitación albergaba toda clase de prendas de vestir que había ido guardando: la falda de su hija mayor, el vestido de su hija menor, los calcetines que le habíamos regalado la navidad anterior, retazos de tela, mantas, sábanas viejas, agujas, tornillos, etc. Todo lo que pudiera servir de algo en algún momento, ella lo guardaba. 

En medio de ese acúmulo de tesoros pasó el tiempo y un día recordó sus deseos de niña, quiso aprender a leer y escribir. Tardó más años de la cuenta; pero terminó orgullosa su primaria. Para entonces yo ya no vivía con ella.
Yo la observaba desde lejos, lo lejos que me permitía ella. Su vida no me decía nada especial. Era parte de la mía, y yo estaba acostumbrada a ella. 

Yo la quería a mi manera. En mi educación los logros eran parte de la vida, nada especial. Ahora sé lo que cuestan; pero en ese entonces yo era niña y no sabía nada de los esfuerzos voluntarios, de la constancia, persistencia, paciencia.

Aquella mujer pequeña de rostro serio, ceño fruncido, que caminaba bajo el sol a paso rápido llevando la cesta con la compra, que ayudaba a los demás sin preguntarse si de verdad necesitaban su ayuda cuando la pedían o cuando intuía que la necesitaban; aquella mujer que se levantaba temprano todas las mañanas para rogarle a Dios con lágrimas en los ojos que cuidara a su familia, aquella mujer generosa con todos se fue olvidando de la vida poco a poco y sin darse cuenta fue abandonándose ante sus miedos. 

Un día despertó sin recordar algo, otro día sin recordar otra cosa; pero a veces recordaba todo, y entonces temía ese día, luchaba ese día, luchaba con lo que sentía, luchaba por no sentir y a veces por no permitir que sus sentimientos afectaran a los demás, porque siempre fue luchadora y valiente. 

Siempre quiso tener su casa propia y cuando más necesitó su espacio la ignorancia emocional de otros le prohibió disfrutar de lo que tenía. Así es la vida cuando las familias se alimentan de miedos y cuando no se habla de las emociones. Así sucede cuando los bienes terrenales ocupan el lugar de las personas. Así sucede cuando hay orgullo y la asertividad brilla por su ausencia.

Maxi luchó hasta el último día por amar, por perdonar y buscar el perdón de Dios, Maxi se dejó cuidar, e incluso cuando el deterioro cognitivo se hizo más evidente, logró arrancarle una sonrisa a sus cuidadores, tuvo quien la amara y fue muy privilegiada por disponer del sacrificio de alguien especial hasta su último aliento.

Una noche un recuerdo que la atormentaba desde que sus hijos eran pequeños volvió. Esa noche su recuerdo le dijo: te perdono. Ella sintió paz y se despertó bien, tranquila. La noche siguiente después de beber su vaso de leche a la mitad de la madrugada Alguien le arrebató con bondad su último aliento.
No sufrió. Descansó. No pasó por un periodo largo de sufrimiento y le doy gracias a Dios por eso.

Cuando veo a otras personas mayores casi siempre me acuerdo de ella, de la mujer pequeña.
Y no puedo evitar preguntarme qué cosas habrán vivido ellos. Hay tanto que se esconde detrás de las miradas, de los gestos, de los rostros, cada línea de expresión cuenta una historia, cada sonrisa encierra una virtud, cada palabra en algún momento de arrebato encierra algún miedo no verbalizado.

Cada vida tiene una historia, un mundo creado, miles de vivencias, percepciones, sensaciones...
Todos tenemos personas mayores en nuestra vida. Unas habrán obrado mejor que otras; pero todas merecen un buen trato.

Me molestó ver el otro día a una chica sentada con una anciana en una esquina, la anciana miraba en todas las direcciones y la chica miraba al vacío. Al pasar saludé a la anciana con un "hola" y se le iluminó la cara y me respondió con otro "hola". Pensé en cuántas personas mayores están a la espera de un saludo, de una sonrisa, y los más jóvenes van por la vida creyendo que los mayores son un lastre para sus vidas, sin pensar que los años pasarán y un día la juventud se les irá, o sin proyectarse unos años, cuando sus padres también empezarán a necesitar cuidados más específicos.
Los mayores tienen mucho que aportarnos, son personas con una larga trayectoria, con vivencias, con experiencia, y con una gran capacidad para recibir en muchos casos.

La próxima vez que veas a una persona mayor, sonríele; puede que no te devuelva una sonrisa; pero convéncete de que es mejor dar que recibir.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Los sentimientos de una niña.

Irían juntas hasta el fin.
Ella no sabía que era el fin, pero había escuchado esa frase y sabía que al menos significaba para siempre y para siempre era que no se acababa nunca. No recuerda cuando empezaron a aparecer; pero un día la miró como lo hacía todos los días y descubrió en el rostro de la mujer pequeña algunas arrugas en su frente. No asociaba la muerte a la vejez, en su corta experiencia había visto morir a alguna persona mayor; pero como no la conocía no sabía lo que se sentía. Sin embargo ese día la miró y vio en su rostro algo nuevo aparte de las arrugas, cansancio, tristeza quizá, sensación de soledad. Algo en su interior se removió, sintió desasosiego por primera vez. Sentadas en el corral donde la mujer pequeña tenía sus plantas y criaba a sus pollos y pavos, aquella niña presintió que no estarían juntas para siempre. Unos golpes en la puerta la sacaron de su desasosiego. Eran sus primos que venían a pasar el día. Enseguida dejó de preocuparse y bajó para abrir la puerta. Los niños entraron dando saltitos y riéndose. Traían espadas y escudos. Ese día jugarían a He-man y luego a otros superhéroes hasta que ella, la mujer pequeña con las nuevas arrugas, les llamaría a comer.
Un pensamiento desplaza a otro, siempre es así. Los miedos, las tristezas, la sensación de soledad empiezan a diseminarse en cuanto otras sensaciones empiezan a ocupar la mente, o vamos a decir el corazón.
¿Cuántas veces nuestros niños interiores se llenan de sentimientos de incomprensión, de desasosiego, de miedos infundados? Cuando eso suceda recuerda que ya no eres un niño, ya no tienes la vulnerabilidad de entonces. Somos vulnerables, es cierto, hay que reconocer nuestros punto flacos. Claro que nos pueden hacer daño, personas y circunstancias, la posibilidad viene con el paquete que se llama vida; sin embargo cuando somos adultos tenemos la capacidad de hablar de ello, de gestionar las emociones de otra manera, porque los años enseñan, y si quieres aprender, puedes, estoy segura, vamos, convensidísima. De tí depende reconocer esas emociones incómodas, y decidir qué hacer con ellas. Ánimo! Vamos a vivir cada etapa de la mejor manera!


Es posible ser tu mejor versión

"CADA SER ES UNA ESENCIA DISTINTA".

Espero que a través de este blog, alguien pueda vivir unos instantes de introspección conmigo.

"Eres único/a, un reflejo de Dios en este mundo, comparte todo lo que tengas, recibirás con creces; ama, no dejes de amar; aunque sientas que no te aman; vive intensamente, crece libre, siente paz; la vida es hermosa aun con sus perplejidades.

Tampoco olvides: En cualquier situación siempre serás importante para alguien".



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