jueves, 3 de marzo de 2016

Perdonando. (Un poquito de odio IV).

Ser creyente o no es una decisión personal que puede estar condicionada por tus propias experiencias.

Me arrodillé en el rincón de mi habitación, mi hermana dormía en la parte alta de la litera porque yo madrugaba para irme al trabajo y ya era muy tarde. Habíamos tenido una nueva bronca con mi padrastro, como siempre le había deseado la muerte. En mis recuerdos, a veces solucionaba todo matando a las personas en mi mente, no matándolas yo, sino, mediante un accidente, o una simple noticia, "ha muerto", entonces lo pensaba y sentía alivio, porque como ya "había muerto" la vida cambiaría para mi madre, mi hermana y yo, y si la vida cambiaba para nosotras, también cambiaba para los que nos querían y sufrían viendo lo mal que lo pasábamos con tanta intransigencia. Pero cuando dejaba de imaginarme que "había muerto" todo seguía igual, entonces empezaba a desear que fuera cierto. Esto se acompañaba con un ímpetu interior cada que esa persona pasaba por mi lado. Me hervía la sangre, se me aceleraba el corazón, se me tensaban las mandíbulas, se me aceleraba la respiración, y si esa persona hubiese sido del tamaño de una cucaracha la hubiera pisado sin compasión más de una vez, y si hubiese sido más pequeña que yo, la hubiese torturado hasta que pidiera perdón. Pero ni era del tamaño de una cucaracha, ni era más pequeña que yo, y lo peor, lo que peor llevaba era saber que a pesar de lo mal que nos trataba, Dios también lo amaba; aunque sabía que Dios no aprobaba su trato para con nosotras, sabía que yo no podía luchar contra ese amor tan grande que Dios le tenía. Le odiaba, odiaba a ese hombre, el único ser que he odiado. Y me odiaba a mí misma por odiarle. Así era yo. Loca. No tenía sentido,¿no?. Odiarme por odiar a alguien que nos estaba machacando; pero así era. Así que un día cuando toqué fondo, no recuerdo si tenía dieciséis o diecisiete caí de rodillas y oré: Dios, si tú existes y es verdad lo que la biblia dice de que nos amas a todos a pesar de nuestros actos, por favor haz algo que yo no puedo hacer. Dios, haz ese milagro, tú dices que si pedimos de acuerdo a tu voluntad y con fe, tú respondes las oraciones ¿no?, pues yo creo que te pido de acuerdo a tu voluntad y quiero ver ese milagro porque no aguanto más.-Mientras le decía esas cosas a un ser que no veía, pero en el que creía, las lágrimas me rodaban por la cara y recuerdo que lloraba tanto que la parte delantera de mi pijama terminó mojada.-Dios, de verdad, deseo que se muera porque nos hace daño, nos dice cosas hirientes, y nos trata como si fuéramos sus esclavas, y no me parece justo, no me parece justo; pero siento que todo el odio, esta cosa que siento por él ni siquiera le roza, ni cuenta se da de todo el odio que le tengo y cada que lo veo y anhelo que le pase algo desgraciado, la que lo pasa mal soy yo. Y sé que no está bien odiarle, porque sé que tú no deseas eso y yo deseo ser una buena creyente, una buena hija tuya. Por favor, demuéstrame que eres real, que puedes hacer algo por mí. Me hablan mucho del perdón; pero soy incapaz de perdonarle, sobretodo porque sé que mañana todo seguirá siendo igual. Pero estoy mal y quiero estar bien. ¿Y sabes qué? No me pienso levantar de este rincón hasta que tú hagas algo. Quiero sentir paz. Oré y oré, no recé oraciones conocidas de memoria, le dije a Dios todo, absolutamente todo lo que sentía.
No sé qué sucedió en mi mente. No sé cómo lo hizo Dios. (Sí, así soy yo, creyente). Pero hubo un momento en el que sentí tanta paz, tanta tranquilidad en medio de tanto dolor, que tuvo que ser un milagro. He ido a sesiones de terapia posteriormente, después de mis treinta años y nunca he vuelto a vivir esa experiencia tan gratificante de esa manera tan espectacular.
Cuando me levanté de aquella experiencia tras esa oración tan larga, lo primero que hice fue pensar en lo último que había odiado ese día de ese señor. Busqué mi odio, porque mi odio y yo éramos uno desde hacía mucho tiempo, y no lo encontré. Me esforcé. No lograba creer del todo qué había pasado. Sí, yo había orado por paz; pero no me terminaba de creer que pudiera estar sintiéndola en ese momento y de esa manera. No estaba. Mi odio había desaparecido. 
Todo cambió a partir de ese día y hasta hoy. Él siguió siendo el mismo. Bueno, tras más de veinte años, obviamente ha cambiado mucho; pero nunca más volví a sentir la aversión que sentía por él. Esa experiencia me enseñó a ver su humanidad y a pensar en sus carencias también. Desde entonces miro a las personas de verdad, no las miro por lo que hacen, sino a través de su dolor escondido, sus miedos, sus fracasos, las miro a través de sus emociones heridas. Las miro como siento que Dios me miró y me mira a mí. A ver, no me las doy de ser la madre Teresa ¿vale?, ni Jesús de Nazaret; no es que ame desmedidamente a las personas, obviamente, todos tienen cosas que me gustan más o menos, tampoco es que sea alguien hipersocial, no. De hecho me considero un poco antipática a veces, jeje; pero suelo entender las emociones de las personas y me gusta hablar de ello.
Lo que digo, entender nuestro pasado, a veces nos ayuda a saber cómo hemos llegado a donde hemos llegado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es posible ser tu mejor versión

"CADA SER ES UNA ESENCIA DISTINTA".

Espero que a través de este blog, alguien pueda vivir unos instantes de introspección conmigo.

"Eres único/a, un reflejo de Dios en este mundo, comparte todo lo que tengas, recibirás con creces; ama, no dejes de amar; aunque sientas que no te aman; vive intensamente, crece libre, siente paz; la vida es hermosa aun con sus perplejidades.

Tampoco olvides: En cualquier situación siempre serás importante para alguien".



Pensamientos

Datos personales