Miro como ambos cuerpos se fusionan entre sí.
Ese momento, nada más, no puede
darle más. Lo ha intentado, lo intenta, quiso quererla; pero no pudo, no puede. NO PUEDO.
Soy yo. Soy quien mira; y soy él. Sé que siente algo; pero no sé qué es.
Sólo sé que no está enamorado de ella y lo sé porque soy yo. La quiero, veo
como se entrega y sé que me quiere, no sólo porque me lo ha dicho, sino porque
me mira con amor, cariño, esperanza y porque está dispuesta a conservarme un
tiempo más. No quiero perderla. La sola idea de alejarla de mi vida me aterra,
porque ella me da algo que otras mujeres no me han dado. La oportunidad de
sentirme querido. Tiene una mente profunda, es tierna, afectuosa con él, osea, conmigo. La deseo desnuda, deseo
sentirla; deseo poseerla, que sea mía. La miro con curiosidad porque no
entiendo por qué me quiere; pero lo acepto, y me gusta que me quiera. Está
dispuesta a darme algo más que su cuerpo, quiere compartir sus momentos conmigo.
Sin embargo yo no puedo, y no sé por qué me siento incapaz.
No deseo perderla, la idea de
verla con otro me entristece; la idea de que me reemplace me causa desazón; no
obstante entiendo que deba hacerlo porque yo no soy capaz de amarla. Le he
dicho que es muy pronto para amarla, para ofrecerle algo más. Yo no voy a su
ritmo. Ella acepta esa realidad y al principio me apetecía disfrutar de su
compañía en la cama, en la encimera de la cocina, en el coche en un sitio a
oscuras; pero ahora los veo juntos, han llegado juntos al orgasmo, el placer
los devora; y me da rabia
no poder quererla como se merece. Es buena persona, me quiere, me aporta muchas
cosas, como mis amigos me aportan otras; sin embargo no somos amigos del todo,
no he querido conocerla más, no he querido implicarme a su lado. Le ofrecí
cosas que no pude darle, momentos con mis amigos, la invité más de una vez a
algún sitio para luego echarme hacia atrás. No sé qué me pasa con ella. En un
año de conocerla, exceptuando la última semana que vivimos juntos, nunca la
invité a quedar por mi cuenta. No tengo excusas. No sé por qué fui, por qué soy tan egoísta
con ella. Quizá porque era agradable saber que ella pensaba y piensa en mí sin pensar yo
en ella o quizá porque me daba miedo pensar más en ella y huía de las
posibilidades ¿será miedo?.
La acabo de abrazar, siempre lo hago, su cuerpo me invita a abrazarla, a besar su rostro, le he dado
un beso en la frente, me genera ternura tenerla tan cerca, la miro con
curiosidad, ella se da cuenta, lee en mis ojos y me lo dice, es guapa, se lo digo, y es
lista; soy predecible para ella; pero ella no lo es para mí. La quiero con
locura; lo veo en sus ojos, en los ojos de ese sujeto que reconozco por momentos.
Pero también veo miedo en su mirada; pero no identifico miedo a qué. Soy yo.
Tengo miedo, miedo de equivocarme otra vez, miedo de hacerle daño y sé que con
mi miedo le hago más daño aún. No quiero usarla; pero la uso, qué cruel suena tan sólo pensarlo. Quiero tenerla
como mi amiga; pero también quiero tenerla como mi amante. Lo que no quiero es
que se enamore de mí, porque yo no puedo enamorarme de ella. No sé por qué no
puedo, tiene muchas cosas que me gustan físicamente, emocionalmente. Es fuerte,
luchadora, generosa, inteligente, graciosa, y me dice bien las cosas, salvo
cuando está dolida; entonces me encierra
en sus preguntas y dudas respecto a mí y detesto esos momentos y llora, me duele verla llorar; y aunque sé que
tiene sus razones yo no las comparto.
Ese hombre que la acaba de poseer es sensible; pero aparca sus emociones
para poder vivir. Ese hombre ha sobrevivido a muchos momentos de desasosiego y
ha aprendido que las emociones debilitan, la razón fortalece. Ese hombre y yo
somos la misma persona. Hace mucho aprendí a observar desde fuera lo que hace para
no compartir lo que siente. No sé cuándo fue, sólo sé que no estoy enamorado y
creo que no lo estaré; pero la quiero, sé que la quiero.
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