El viento fresco me da en la cara, miro al infinito; aunque sólo esté en mi
mente. Me proyecto en el tiempo y me veo bien. Hace poco más de dos años, no
era capaz de proyectarme en el tiempo, casi siempre retrocedía al pasado para
buscar respuestas a diferentes por qués. Sencillamente no estaba muy contenta
conmigo misma. La verdad es que no me gustaba cómo era, y no podía gustarme
porque mis estados anímicos fluctuaban demasiado, arriba y abajo. Me enfadaba
con facilidad con las personas a las que quería, y luego me enfadaba conmigo
misma por enfadarme con ellas, porque quedaba como una impulsiva, poco
controlada y eso no me parecía correcto. Siempre he admirado a las personas que
saben manejar las situaciones; pero yo no era así.
Había tanto que saber de mí misma. A mí no me servía eso de plantearme ser
diferente así por las buenas. Necesitaba descubrir qué me había pasado. Y así,
en el camino de viaje al pasado descubrí que había recibido demasiados mensajes
negativos, que me había sentido abandonada, sola, rechazada más de una vez,
descubrí que mis emociones estaban enfermas porque las personas adultas que
debían cuidarme, no supieron hacerlo mejor. Y en ese duro descubrimiento, que a
simple vista parecerá una tontería para algunos, me di cuenta de que habían
cosas que no le había perdonado a mi madre. No le había perdonado que quisiera
quedarse con un hombre que no me quería, no le había perdonado que cuando
habían discusiones con ese hombre, ella nunca se defendiera, no le había
perdonado que cuando ese hombre me pegó ella nunca me creyera, no le había
perdonado que cuando más dolida me encontrara por el trato de ese señor, ella
simplemente pensara en lo material, quizá no le había perdonado que me dejara
al cuidado de mi abuelita; pero por encima de eso, no le había perdonado que no
llorara cuando ella falleció. Cuando murió mi abuelita la que más lo sintió fui
yo, fue la que más lo lamentó, o al menos creo que fue así. Es verdad que cada
uno manifiesta de diferentes maneras su tristeza; pero no vi derramar ni una
lágrima por su parte. Ahora sé que estaba bloqueada, y ahora sé que lloró
después y también sé que en el fondo ella tampoco le había perdonado algunas
cosas a su madre. No es fácil descubrir que no has perdonado, cuando creías
haberlo hecho; pero sin duda alguna, llegar a esa conclusión te da una nueva
razón para seguir creciendo.
-Mami.
-Que!.
-Tú eres la más bonita de todas las mamis.
Quiero quedarme con esa sensación de orgullo, y recordar las cosas buenas
que hubieron entre las dos, los buenos momentos, las risas, los cotilleos y las
miradas de complicidad, las tarjetas y cartas que nos escribíamos a veces
diciendo lo que sentíamos porque no sabíamos de qué otro modo hacerlo, o con
aquella sensación de compañía cuando subíamos caminando la cuesta a casa y yo
me abrazaba a su pierna cuando me cansaba. Quiero quedarme con las cosas buenas, porque siempre habrán cosas buenas por recordar, y siempre habrán razones para sonreír y reír recordando.
¿Y tú? ¿Cómo van tu vida y tus emociones? ¿Hay algo que debas perdonarle a
alguien que amas? ¿Has descubierto por qué eres cómo eres y estás contento/a? o
¿hay algo en tu vida que quieras cambiar y no sabes cómo hacerlo? ...en
cualquier caso, desde mi limitada experiencia, puedo decirte que tu vida puede
cambiar, las herramientas para hacerlo están en tu mente! Te animo a que te
propongas ser feliz y a que te proyectes en el tiempo y visualices todas las
cosas que van a cambiar cuando cambies de actitud!. ¡ÁNIMO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario