sábado, 30 de enero de 2016

Lina (final)

Subió al metro rumbo a Lago, sabía que la encontraría allí, ella era sin duda la razón de esta desgracia. La había seguido más de una vez.
No, Lina no estaba en ningún hospital, era un truco, la habían raptado, eran los espíritus, era el diablo, ese que sentía por las noches a veces, y él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para rescatarla.
Tras su primera conversación con Brigit se alejó y esperó a que se oscureciera. Esa chica de ojos verdes era la misma que le perseguía en sus sueños y llevaba viéndola en el metro más de tres  semanas, una semana después de que dejara de tomar la medicación.
Tenía que encontrar a Lina para celebrar su primer año juntos, para contarle de dónde era, las cosas en las que creía de verdad, lo que le pasaba por las noches desde niño y sobretodo tenía que hablarle de aquella enfermedad del alma de la que se estaba curando sólo porque estaba con ella, razón por la cual había dejado de tomar la medicación que llevaba tomando varios años. Tenía que encontrarla y enseñarle lo que había en esa cajita, seguro que le gustaría el anillo.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando vio que la mujer de ojos verdes se encontró con un amigo en el embarcadero. Los siguió de lejos, esperó a que terminaran de flirtear, de jugar, de revolcarse en medio de unas matas. Se acercó con una piedra y sin dubitar asestó un golpe sobre la cabeza de aquel amigo de Brigit, luego la cogió, la arrastró y en lugar de pedidas de socorro escuchó proferir amenazas de la boca de ella, alucinaciones auditivas, diría algún especialista. Le pudo la rabia, la idea de que le había hecho algo a su Lina. Fue la ira, no fue él, quien le arrebató la vida a aquella mujer.
Llegó a su casa, se duchó, dejó la ropa sucia a los pies de la bañera, y se acostó en la cama. Tenía que pensar, le gustaba hacerlo en la oscuridad; pero se quedó dormido. Y en la penumbra de la noche recibió la visita del miedo, de la ansiedad, de la mezcla de placer y poder que había sentido mientras mataba a aquella mujer. No había sido bueno y lo sabía, porque matar era malo; aunque se hiciera por amor, por recuperar a alguien perdido. Se resignó a su destino. El diablo había venido por él, eso pensaba cuando sentía esas parálisis del sueño. Pero esta vez fue distinto, porque aparte del miedo le comenzó a doler el pecho, un dolor punzante que quemaba y subía hasta su barbilla, se relajó, recordó a su abuela, a la chica que vio bailando cuando aún era un niño, recordó el calor en su espalda de la sangre que corría por ella, recordó que los demonios existen, y luego recordó a Lina, ese fue su último pensamiento cuando el sopor reemplazó al dolor y luego el silencio absoluto al sopor. 
Triste final para Brigit, desafortunado incidente el de Lina, innecesario dolor el aprendido por Emilio a lo largo de su vida.
Pero así es la vida, los infortunios a veces se mezclan con el dolor.

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