-Abuela, no me hagas esas cosas por favor-dijo mientras
permanecía boca abajo con la espalda descubierta.
-No te muevas-dijo su abuela mientras acercaba una gallina
recién muerta a su cuerpo, y dejaba caer la sangre del animal que se sacudía
con los últimos estertores que le permitía su cuerpo, sobre su espalda.
El líquido caliente se deslizó lentamente sobre su espalda y
su abuela la esparció con una de sus ásperas manos.
-Está caliente, abuela.
-La sangre tiene que estar fresca, Emilio, los dioses sólo
aceptan ofrendas frescas, y la tierra recibe mejor ese ofrecimiento también,
sólo así te curarán del miedo que te tiene enfermo y sólo así ahuyentarán al diablo
y nos dejará tranquilos.
Creía en el diablo porque eso le habían enseñado y días
atrás había vuelto a sentir su presencia, se había repetido varias noches a
través de sueños, o con ruidos donde no se veía a nadie. También le había
sentido respirar muy cerca de él cuando estaba frente al espejo; pero no había
visto a nadie.
Subió al metro y mientras viajaba otra imagen vino a su
mente. Era una chica muy guapa de ojos verdes y alegres, sonrisa y mirada
coquetas, con el pelo liso y largo hasta
la cintur; llevaba un vestido que dejaba ver su figura. Le llamaba la atención
todo y que fuera tan blanca de piel, pues allí todos, incluido él, tenían la
piel morena. Aquella muchacha bailaba al son de una música que él desconocía en
medio de todos los que la observaban dando palmas. Era una celebración de
domingo y era la primera vez que la veía.
-Es muy guapa-afirmó su abuela.
Él guardó silencio sin separar la mirada de aquella cosa tan
bonita.
-Pero no te debes fiar de las apariencias, las apariencias
engañan, hijo-continuó-Esa chica lleva el mal consigo. ¿Crees en el diablo? Yo
también-dijo, sin esperar respuesta- y diría que esa es una de sus hijas.
A partir de ese día empezó a verla a menudo en sus sueños, algunos
eran eróticos, otros eran simples pesadillas. Se acostumbró a ellos. Pero
cuando conoció a Lina, todo cambió.
Abrió los ojos y cerro los párpados con fuerza para quitarse
esas imágenes y centrarse en su cometido.
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