Sus grandes ojos azules y su mirada profunda intentaban disimular la tristeza de su corazón; aunque todo su cuerpo lo rezumaba.
-¿Quieres casarte conmigo?
-Sí-había respondido.
Su corazón entonces se llenó de ilusión.
-Sí quiero ¿Cómo no iba a querer?. Me gustas, eres mi mejor amigo y compañero, te quiero, sabes bien que podría pasarme el resto de la vida contigo; aunque no nos casáramos.
-Lo sé. Pero quiero hacerlo bien, quiero que lo hagamos bien.
Ahora estaba allí, sentado en uno de los escalones del acceso al hospital. Su corazón no terminaba de asimilar la noticia. La gente que le había acompañado, esparcida en pequeños grupos lo miraba desconsolada y hacían toda serie de comentarios.
Un accidente. Un conductor ebrio había puesto fin a diez años de entrega, sacrificio, amor y a seis meses de ilusión, el día de su boda.
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